Comentario
El tercer hijo de Juan V y María Ana de Austria había nacido en Lisboa en junio de 1714, recibiendo una educación esmerada que combinaba el dominio de varias lenguas -italiano, francés y español-, una sólida formación cultural, el gusto por la música y la lectura y la práctica de la caza. Desde su acceso al trono tuvo muy claro el tipo de colaboradores que habrían de acompañarle: los cargos palatinos para la nobleza antigua y los altos puestos administrativos para funcionarios de reconocida experiencia y probada fidelidad a la Corona. Para las Secretarías prefirió a personajes relativamente oscuros, pero con experiencia gubernamental, y ajenos a los grandes clanes nobiliarios: Diego de Mendoça Corte Real, como secretario de Estado, y Sebastián José Carvalho e Melo, posterior marqués de Pombal, como secretario de Exteriores y Guerra.
Las primeras medidas adoptadas en estos años se relacionan con la seguridad y erradicación de la delincuencia y con la operatividad de la Administración de justicia rompiendo la inercia en el funcionamiento de las instituciones, a lo que pronto se añadieron nuevos problemas: el 1 de noviembre de 1755 se desató un enorme terremoto en el país que afectó fundamentalmente a la capital dejándola arruinada, devastada por doquier y arrasada por el fuego o siendo pasto de la delincuencia y el pillaje. En plena reconstrucción de la ciudad, Pombal tuvo que hacer frente a una conjura nobiliaria que pedía su destitución, y que poco después orientaba su trama conspirativa contra el propio rey mediante un atentado en 1758. La supuesta implicación de los jesuitas en la conspiración, a los que también se reprochaba no respetar las cláusulas del Tratado de Límites de 1750 y originar problemas con los indios de Brasil y Paraguay, sirvió de base para su expulsión del país y de las colonias ultramarinas.
Ahora su atención se dedicó fundamentalmente a la reorganización de la estructura del Estado para lograr dos fines: centralización del poder y eficiencia en los servicios públicos. En la Administración de Justicia se impone el principio de la ley, quedando los jueces como meros ejecutores de ella; para ello se impone una fuerte disciplina en los tribunales superiores, de hecho se prohibió la interpretación del Derecho a los tribunales ordinarios otorgándose esa atribución al Tribunal de Aplicación, formado por jueces escogidos libremente por el rey; asimismo, en 1769 se promulgó la llamada Ley de la Buena Razón inspirada en el racionalismo moderno, el derecho natural y la razón de Estado, que sustituía a las leyes de la nación, en tanto una comisión constituida al efecto preparaba la redacción de un código legislativo. Por esa misma fecha el país fue dividido en seis corregimientos donde el corregidor, asesorado por oidores y otros jueces, se encargaban de la aplicación de justicia. Ésta se encargó a la Intendencia General de Policía, creada en junio de 1760 para velar por el bien público y vigilar la aplicación de la ley, con un intendente a su frente, para ser competente en crímenes de armas, robos, homicidios y otras perturbaciones del orden, con competencia sobre todos los nacionales y extranjeros y que comenzó su ejercicio con gran severidad. En el aparato de las finanzas se tendió a la formación de un erario público (creación del Tesoro Real en 1761) que descansara en la adecuación y buena gestión de los ingresos y gastos del Estado, para ello se reorganizó a fondo la recaudación de las rentas estatales y servicios aduaneros y se reformaron las alhóndigas y puertos secos del reino. En 1752 se creó la Tesorería General de Sisas a la que debían de dar parte de su gestión todos los almojarifes y ejecutores de las comarcas y villas del reino así como otros perceptores de rentas e impuestos; a su frente se puso un tesorero general. Se extinguió el cargo de contador mayor y en su lugar se puso un tesorero mayor, que vigilaría todos los libros de cuentas existentes en las reparticiones, y un inspector general del Tesoro.
Como complemento, Pombal desarrolló una política económica tendente al desarrollo productivo, para lo cual favoreció la formación de una estructura empresarial y capitalista; nacen así compañías comerciales en régimen de monopolio como la Compañía de Asia (1753), la del Pará y Marañón (1755), la de Pernambuco y Paraiba (1759) y la de Agricultura de Vinos del Alto Duero (1757) en un intento de fundir la economía colonial con la metropolitana. Las transacciones comerciales siempre fueron el objeto de su atención, y para favorecerlo realizó dos medidas importantes: una de carácter legal, declarando al comercio actividad noble al tiempo que autorizaba a los comerciantes la posibilidad de fundar mayorazgos, y otra de carácter político, revitalizando la extinta Junta de Comercio para impulsar el comercio y evitar el contrabando, que desde los años setenta acabó convirtiéndose en el órgano administrativo básico del fomento industrial pombalino, de la cual dependía la apertura de lonjas en Lisboa, la autorización para abrir centros manufactureros, la partida de flotas de Brasil y la instalación en ultramar de hombres de negocios. A su lado, el Aula de Comercio proporcionaba formación a los cuadros del sector, enseñándoles matemáticas, contabilidad y cambios. ,Junto al comercio encontramos igualmente una atención preferente por la manufactura; en este sentido la política pombalina es claramente mercantilista y así comenzaría una política de atracción de técnicos extranjeros, de protección a las industrias ya existentes, de concesión de franquicias para importar lanas y exportar tejidos, e impulsará la creación de nuevas manufacturas que hicieran a Portugal más independiente de Inglaterra. Asimismo, se crea una Superintendencia de fábricas de lana y aunque la política de creación se centró en la región de Beiras, pronto se potenciaron otras regiones y aparecerían manufacturas de pieles, estaño, artes metálicas, refinería de azúcar, jabones, papel..., llegando a contabilizarse 425 establecimientos industriales en todo el país en 1788. El sector textil gozó de la preferencia pombalina y se creó una Real Fábrica de Sedas en Rato, en la periferia de Lisboa, que poco a poco se iría transformando en el barrio de los tejedores y fabricantes de seda. Las telas que fabricaba gozaban de todos los privilegios para la venta, y estuvo estrechamente conectada con la Compañía General del Marañón, para su distribución en aquella zona.
La expulsión de los jesuitas planteó de manera urgente la reforma de la enseñanza, puesto que todas las escuelas que ellos regentaban desaparecieron. En este sentido hay que citar el pensamiento ilustrado de Pombal y su interés por la renovación pedagógica así como por la difusión de la educación a todos los grupos sociales. En 1759 el mismo decreto que abolla los colegios jesuíticos preveía la creación de escuelas de Gramática Latina y Retórica en las villas que son cabeza de comarca, así como la necesidad de autorización oficial para impartir todo tipo de enseñanzas. Dos años más tarde fue creado en la capital el Colegio de Nobles, donde se impartían disciplinas modernas, casi todas de carácter científico (Aritmética, Cálculo, Trigonometría y Geometría, Geografía, Náutica, etc.). En 1772 se dictó una ley regulando la enseñanza primaria y la figura del maestro, en ella se mostraban las líneas maestras de la política pombalina, "la cultura debe ser administrada de acuerdo con la función social que cada cual haya de ejercer". Fueron así creadas 479 escuelas primarias donde se proporcionaban unos conocimientos elementales. La educación secundaria quedaba como escalón intermedio, preparatorio para la enseñanza superior y ésta quedaba reorganizada con la promulgación de nuevos estatutos universitarios; a la anticuada y ya obsoleta enseñanza tradicional, se proponía una educación basada en las ciencias experimentales (creación de las Facultades de Matemáticas y Filosofía), se renovaban los planes de estudio de Derecho y Medicina creándose un hospital público anejo a la facultad, y se impulsó el desarrollo de los estudios históricos. Intelectuales como L. Vernei (muy influenciado por Muratori), Ribeiro Sanches o J. Magalhaes colaboraron con Pombal en esta tarea. Se culmina el proceso con la formación de dos grandes bibliotecas, la del Palacio Real y la de la Universidad de Coimbra, y con la creación en 1768 de la Imprenta Real.
Con la Iglesia, Pombal adoptó una actitud típicamente regalista, mostrándose ferviente partidario de llevar a cabo una política tendente a la disminución de su poder y al recorte de sus privilegios. En todo momento pretendió reafirmar la primacía del poder temporal sobre el espiritual, sometiendo a los prelados al poder del Estado y propiciando la reforma interna de la Iglesia, sobre todo de las órdenes religiosas cuya decadencia y corrupción eran manifiestas. Ante ello se favoreció la introducción de órdenes nuevas que pudieran servir de ejemplo a las antiguas, o ligadas a la renovación pedagógica del momento, en cuyas manos se puso la educación de los hijos de la nobleza. También fueron corrientes las críticas al número de eclesiásticos por lo que se impediría nuevas fundaciones y se haría una redistribución de las casas conventuales ya existentes. Respecto a la Inquisición, Pombal nunca fue partidario de atacarla frontalmente sino de convertirla en un aparato afecto al Gobierno, poniendo a su frente hombres leales al monarca y restringiendo su ámbito de acción; así, pues, los autos de fe van disminuyendo así como su censura sobre los libros; en adelante, este tema sería controlado por la junta de la Dirección General de Estudios y Escuelas; en 1768 se le asestó un golpe fundamental cuando una ley venia a acabar con la diferencia existente entre cristianos viejos y nuevos, desapareciendo cualquier discriminación en ese sentido. Frente a Roma mantuvo la misma postura, como quedó de manifiesto en 1760 cuando expulsó a los jesuitas y, ante la airada protesta papal, se rompieron las relaciones con la Santa Sede y se expulsó al nuncio.
En cuanto a la política con la nobleza hemos indicado cómo a comienzos de su reinado José I había acudido a miembros del grupo para proveer los altos cargos, pero la creciente indisposición entre este estamento y Pombal y el intento de regicidio protagonizado por ellos modificó la postura real, que poco a poco se irá volviendo hacia los estratos de la baja nobleza, al tiempo que recortaba los privilegios de aquéllos. En otros aspectos de su política social hemos destacado ya la protección estatal a la burguesía, tanto de negocios como a la comerciante y manufacturera; el campesinado siguió desatendido, arrastrando una vida miserable y las consecuencias de un subdesarrollo endémico en el sector primario. Sin embargo, en otros aspectos, totalmente imbuidos del humanitarismo ilustrado, veremos que se intenta acabar con ciertas prácticas discriminatorias, y así se suprimen los Estatutos de Limpieza de Sangre, y en 1762 se promulgó la Declaración de Libertad de los Indios. Asimismo, en el tema de la esclavitud encontramos que la legislación pombalina aparece como la más avanzada de su tiempo: primero intentó acabar con los abusos existentes en su tráfico, luego reguló su comercio y por último prohibió el traslado de esclavos negros de ambos sexos a la metrópoli.
Para terminar con la obra reformadora de Pombal hemos de referirnos a un último aspecto: el aparato militar. Éste intentó ser reorganizado según dictaban las ordenanzas del ejército prusiano pero no llegó a experimentar grandes cambios: reforzamiento de sus efectivos y construcción de fortalezas cuando lo demandaba la ocasión; reforzamiento de la marina y política de construcciones defensivas en las costas, para facilitar los intercambios con América; nuevas ordenanzas en el reclutamiento (1764), que preveía la leva forzosa de individuos desempleados y pobres, y ampliación de la caballería con cuatro regimientos adicionales.
En estos años la política exterior portuguesa permaneció un tanto aislada de los conflictos internacionales, aunque las directrices diplomáticas continúan en la línea del anterior reinado. No obstante, hemos de añadir las malas relaciones con el papa Clemente XIII, ya analizadas, y su participación en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que convirtió en escenario del conflicto las líneas de Tras-Os-Montes y el Tajo.
A principios de los setenta, Pombal, logrado ya su ennoblecimiento mediante un marquesado, se encontraba en el cenit de su carrera, pero en 1771 sufrió un atentado que estuvo a punto de costarle la vida y hacia 1775 comenzó a tener problemas de salud, no pudiendo despachar los asuntos de gobierno como hasta ahora. El nombramiento del hispanófilo Aires de Sa Melo como secretario adjunto, la regencia de María Ana y la muerte del monarca contribuyen a su desaparición de la escena política.